lunes, 11 de julio de 2016

El sexenio de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976). Primera Parte: Política



Si existe un año coyuntural en la historia mexicana reciente, sin duda es 1968. El movimiento estudiantil y la represión que sobre él ejerció el gobierno de la república son el principal síntoma de una sociedad en transformación que no encuentra cabida en el modelo político posrevolucionario del partido oficial.

El papel de Luis Echeverría Álvarez, entonces secretario de Gobernación, como autor intelectual de la masacre arrojaría sobre su período en la presidencia la sombra de la represión, la cual permanece hasta nuestros días pese a su insistencia en presentarse como presidente de izquierda y líder del tercer mundo.


Política tercermundista y confrontación con la clase capitalista

Para la década de los setenta, el movimiento de los Países No Alineados, es decir, las naciones que no se habían afiliado al bloque comunista ni a los Estados Unidos, era ya conocido como Tercer Mundo. Luis Echeverría quiso erigirse líder de este movimiento, y para ello realizó numerosos viajes a países de todos los continentes, los cuales representaron un gasto enorme para las finanzas nacionales en un momento de crisis económica (véase Un mandatario ausente en "Echeverría, arrogante, mesiánico y amante de los reflectores": Animal Político). Asimismo, al final de su mandato LEA buscó hacerse con la Secretaría General de las Naciones Unidas, acto fallido que habría representado la cumbre de su incansable y megalomaníaca carrera política. Echeverría presentó a la ONU la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados, documento con el que buscaba impulsar el Nuevo Orden Económico Internacional surgido del movimiento No Alineado.

En el panorama político interno, el sexenio de Echeverría fue polémico y conflictivo. Ante el resentimiento que le guardaban los colectivos de izquierda, trató de allegarse a los intelectuales (el más célebre de los cuales fue Carlos Fuentes, al declarar "Echeverría o el fascismo") y otorgó la amnistía a los presos políticos del movimiento estudiantil. El fracaso de Echeverría al buscar reconciliarse con la naciente izquierda queda ejemplificada con su atropellada huida de Ciudad Universitaria, en 1975 pero aún más con la masacre del Jueves de Corpus en 1971.




Sin embargo, LEA no sólo no lograría generar simpatías en las izquierdas sino que se enemistaría con la burguesía nacional por su actitud retadora y despectiva hacia los riquillos. A la clase capitalista Echeverría la tachó de tacaña, timorata e incluso antipatriota pues durante su período la iniciativa privada redujo sus inversiones a un mínimo histórico. El momento clave de la ruptura con la burguesía nacional fue el asesinato de Eugenio Garza Sada, perpetrado por la Liga Comunista 23 de Septiembre en un intento fallido de secuestro, del cual siempre le fue adjudicada la autoría intelectual a Luis Echeverría.

En resumen, el sexenio de Luis Echeverría Álvarez llevó siempre sobre sí la marca de 1968, pero a ese pecado original sumaría la animosidad de grupos de izquierda y la clase capitalista nacional, lo cual representaría la ruptura del pacto entre clases que el régimen del partido oficial había logrado preservar durante décadas. Ante un panorama político ríspido, Echeverría respondió con altivez y mano dura, causando así un rompimiento que quizás nunca ha logrado resarcir ningún gobierno hasta ahora. Su política exterior, grandilocuente y desproporcionada, buscó situar a México a la vanguardia del tercer mundo y favorecer un nuevo orden económico mundial favorable a las naciones del sur. En ese intento, no obstante, fracasaría, si bien debemos conceder que enfrentó la oposición de las naciones desarrolladas.