domingo, 17 de enero de 2021

¿Qué se debe hacer con las estatuas de los colonizadores? y ¿debe pedir perdón España?

 Este año, se cumplen cinco siglos de la caída de México-Tenochtitlan, ocurrida el 13 de agosto de 1521. De la misma forma, se cumplen doscientos años de la consumación de la Independencia, lograda a instancias de Agustín de Iturbide y su Ejército Trigarante en septiembre de 1821. Poco más de trescientos años duró la experiencia colonial española, un importantísimo período en la historia de los pueblos que gradualmente formaron México. Tres siglos transcurrieron entonces desde que los conquistadores castellanos derrumbaron al Imperio Mexica hasta que se declaró la independencia del Imperio Mexicano respecto a España.

Además, algunos miembros del gobierno mexicano han promovido la idea de que la Ciudad de México fue fundada en 1321, por lo que a las anteriores fechas se suma una más que se debe conmemorar, en su opinión. Según el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, se quiere hacer coincidir "con calzador" dicho evento histórico junto a la Conquista y la Independencia, cuando, en su opinión, no se puede concluir con certeza que la fundación de dicha ciudad haya ocurrido en dicho año. A la casual coincidencia de dos eventos trascendentales separados por un número múltiplo de cien (lo cual no quiere decir nada en historia) se quiere agregar uno más, según Matos Moctezuma, por mera ideología política.

Con el pretexto de los dos aniversarios históricos (y otro anexo sin justificación) se solicitaron a Austria y al Vaticano ciertos objetos históricos de origen mesoamericano, como el famoso "penacho" del tlatoani Moctezuma y algunos códices que se encuentran en Europa. Además de solicitar en préstamo estos artículos históricos, el presidente de México Andrés Manuel López Obrador, ha exigido del Papa Francisco y el Rey Felipe VI de España, una disculpa por los acontecimientos violentos ocurridos durante la conquista, en que perdieron la vida una gran cantidad de habitantes nativos de Mesoamérica. En este contexto se tienen además las ya tradicionales peticiones de remover las estatuas de Cristóbal Colón, que como primer español en asentarse en el continente americano y participante del comercio de esclavos de los nativos del Caribe, es considerado el iniciador del llamado genocidio de los pueblos amerindios.

En este artículo pretendo responder a las siguientes preguntas: ¿por qué el actual gobierno de México reivindica la fundación de Tenochtitlán y reclama al rey español y al papa los eventos ocurridos hace casi cinco siglos? ¿Qué se debería hacer con las estatuas y nombres de colonizadores que se han colocado en lugares públicos y de tránsito en nuestras ciudades? ¿Deberían pedir perdón el monarca español y el pontífice de la iglesia católica? En mi opinión, detrás de cada una de estas acciones se ocultan errores de apreciación histórica, política y moral, que detallaré a continuación.

1. México no es una continuación del Imperio Mexica

Aunque compartan el mismo nombre y la ubicación de su capital, y el escudo nacional del Estado mexicano moderno se inspire en la leyenda fundacional de México-Tenochtitlan, no existe continuidad entre el Imperio Mexica y el actual Estado mexicano. El nombre de Imperio Mexicano (así como el escudo) se adoptaron al inicio de la vida independiente de nuestro país para romper con el pasado inmediato español y vincular la nueva nación con un pasado ilustre. No tiene nada de malo, es un rasgo común de nuevos estados el buscar sus antecedentes en un pasado remoto. Los daños que sufrieron los habitantes del Imperio Mexica en el siglo XVI no pueden ser reivindicados por ningún mexicano del día presente, mucho menos por el gobierno. El Estado mexicano tiene, sin embargo, una responsabilidad con los pueblos indígenas de la actualidad, como con cualquier habitante de esta nación.

Podría discutirse además si la Ciudad de México podría remontar su linaje a la ciudad de los antiguos mexicas, o si, dado que se destruyó en gran medida y se alteró su traza y estructura, podría considerarse una refundación o una nueva ciudad construida sobre las ruinas de la capital mexica destruida. Es válido discutir sobre la demolición de lugares sagrados de la civilización mesoamericana y la superposición de sitios de culto católicos sobre estos, que constituye un acto de subyugación y eliminación de una cultura. Este tipo de acciones son, sin embargo, muy comunes en muchos lugares del mundo, y son resultado de trayectorias históricas, véase por ejemplo, la Basílica de la Santa Sabiduría o Hagia Sophia, en Constantinopla/Estambul, que fue reconvertida a una mezquita tras la conquista otomana, y después a un museo cuando el Imperio otomano fue sucedido por la secular República de Turquía. Aunque mucha gente desearía que se derrumbaran las iglesias católicas para desenterrar los lugares prehispánicos, tanto uno como el otro edificio tienen valor histórico y arquitectónico. El período colonial es tan parte de nuestra historia como el prehispánico, así que no se debería derrumbar la Catedral para exponer los restos de cualesquiera templos prehispánicos que existen debajo de ella.

1.5 Los modernos mexicanos no son (todos) descendientes de los mexicas

Derivado del punto anterior, viene otro que considero importante, y es que si bien una parte considerable de los actuales habitantes de México pueden rastrear su ascendencia a alguno de los muchos pueblos nativos del continente americano, y muchos de ellos sean étnicamente indígenas, los actuales mexicanos no descienden de los mexicas, al menos la mayoría de ellos. Si tienes un nombre o apellido hispano o fuiste educado en la religión católica, tu cultura también es, en parte, hispánica, por lo que decir que se deben recuperar "nuestras raíces" y desechar toda herencia del pasado español, es históricamente incorrecto. Es muy saludable interesarse en la historia, costumbres e idiomas del pasado prehispánico, pero querer borrar el pasado hispano (o novohispano, por la Nueva España) sería ponerse al nivel de los intolerantes conquistadores que buscaron eliminar el pasado indígena.

La realidad es que, posiblemente la mayoría de mexicanos no desciendan de pueblos mexicas, ni tan siquiera de alguna etnia de origen nahua. Si hacemos caso al mapa mostrado abajo, la diversidad de etnias en el México de nuestros días es considerable. Además de mexicas, a la llegada de los españoles existían huastecos, otomíes, totonacos, purépechas, tlapanecas, mixtecas, guamares, guachichiles, coras, tecos, cocas, además de los muchos grupos que designamos con el nombre colectivo de mayas. En todo caso, los mexicanos deberíamos conocer más de la gran diversidad de los pueblos de Mesoamérica y Aridoamérica, y no limitarnos a la fascinación con el pasado mexica, que pese a su grandeza y esplendor, fue un período más bien corto del vasto pasado prehispánico.



2. Los habitantes del presente no son responsables de las acciones de sus ancestros

El concepto de culpa colectiva es un vestigio de épocas pasadas, y la culpa de un hecho pasado no se hereda a los descendientes. En tiempos remotos y próximos, cuando no se podía encontrar al culpable de un evento desafortunado, se castigaba a grupos enteros de personas vinculadas al principal sospechoso. Era así que los soldados alemanes y paramilitares de las SS ejecutaban a familias y pueblos enteros cuando los guerrilleros partisanos operaban en alguna área, lo cual es un innegable acto de barbarie. Si existen casos de asociación delictiva y responsabilidad grupal de actos criminales, considerar responsables a poblaciones enteras no tiene sentido en el paradigma (aún) vigente de responsabilidad y agencia individual. Si Hernán Cortés, Pedro de Alvarado o Francisco Pizarro cometieron atrocidades en América, sus coterráneos que se quedaron en la península, no podían ser considerados culpables. De la misma forma, los españoles de hoy no son responsables de lo que hicieron los españoles de hace quinientos años, sólo de lo que ellos mismos hagan.

En todo caso, los descendientes de los mexicas deberían pedir perdón a los tlaxcaltecas y otros pueblos de Mesoamérica por la continua agresión bélica y extracción de recursos a que los obligaban bajo amenaza de violencia y muerte. De la misma forma, los musulmanes y judíos descendientes de los expulsados por los Reyes Católicos en 1492 podrían reclamar a los españoles actuales, pero quizás éstos responderían que son los árabes los que deben disculparse por la invasión de la península ibérica ocurrida en 711... Todo lo cual no tiene sentido, la reivindicación de crímenes históricos ocurridos hace siglos se asemeja a las venganzas de sangre de los clanes, donde por generaciones se guardan resentimientos por eventos pasados. Acorde con una frase atribuida a Mahatma Gandhi, "ojo por ojo y todo el mundo terminará tuerto".

Si como el presidente López Obrador admite en su carta al rey de España, Hernán Cortés y sus seguidores actuaron fuera de la ley, ¿se debe considerar responsable al entonces rey Carlos I de Habsburgo de lo que alguien más hizo en su nombre? Y más aún, ¿el actual rey de España, que desciende de la casa Borbón, compartiría la responsabilidad de el entonces monarca, de otra casa reinante?

3. ¿Quién escribe la historia, quién la quiere reescribir?

Por último, existe la famosa frase, que constituye un lugar común, de "la historia la escriben los vencedores", que es cierta sólo en parte. Los mexicanos tenemos una versión de la Guerra de 1846 muy diferente de la estadunidense, así como los izquierdistas la tienen de la Guerra Civil Española, que perdieron frente a los rebeldes nacionalistas de Franco. También los vencidos escriben su historia, y se debe conservar ese testimonio pero también criticarlo y examinarlo con precaución. Un pueblo vencido no es necesariamente mejor o peor moralmente que sus conquistadores, sólo fue más débil. Los pueblos vencedores casi siempre emplean la violencia y el miedo para imponerse a sus víctimas, así, la esclavitud y asesinato en masa ha existido en muchas culturas del mundo, si los europeos fueron los más efectivos en imponerse a los demás pueblos del mundo, no son los únicos culpables de actos nefandos y crueles.

Lo que no se debe hacer es juzgar con diferentes criterios lo ocurrido en un mismo período de tiempo, bajo el pretexto vacío de "hay que mirar el contexto". Si condenamos como actos barbáricos la quema de brujas y herejes y la Inquisición, también deberíamos censurar el sacrificio humano, la mutilación y antropofagia de las víctimas de los mexicas. No es válido hacer, como la persona en el siguiente video, una justificación del tzompantli (muro de cráneos) diciendo que era un "acto de vida" y que los cautivos que fueron sacrificados "no eran esclavos al estilo occidental". Hacerlo, sería caer en relativismo moral.


Conclusión
En mi humilde opinión, las estatuas de personajes históricos constituyen tanto conmemoración de sus actos como memoria de su legado histórico. Si bien se sugiere que su lugar debería ser en un museo, y no en lugares prominentes de las vialidades públicas o plazas, considero que no debería confinarse en espacios de exposición limitada a estos memoriales históricos. Lo que sí se debería hacer es promover en la educación básica y media la crítica histórica, y la confrontación de distintas perspectivas sobre fenómenos y períodos históricos. Se debería evaluar críticamente el impacto humano y material de la Conquista europea, en sus aspectos negativos (la muerte de gran parte de la población nativa, la explotación económica y laboral de los sobrevivientes) como en sus consecuencias positivas (la paulatina desaparición de los sacrificios humanos y las guerras entre etnias).

Se sostiene que los actos de muchos de estos personajes, como Cristóbal Colón, fueron moralmente reprobables, debido a su involucramiento en la venta y esclavitud de seres humanos, así como por su papel en la construcción del Imperio Español, que acorde con una posición ideológica, fue un ejemplo de un fenómeno histórico que consideran oscuro y negativo, el período imperialista europeo. La realidad es que muchas figuras históricas en diversas partes del mundo podrían ser considerados practicantes de esclavismo e imperialismo, pero aún persisten en la memoria colectiva y la historiografía oficial de algunos países, incluyendo a varios tlatoanis mexicas.



Estatua ecuestre monumental de Gengis Khan en Mongolia. Constructor de uno de los mayores imperios de la historia (Imperialismo) y causante de la muerte de millones de asiáticos, pero también héroe nacional de Mongolia.


¿Si se retiraran las estatuas de los conquistadores españoles, por colonizadores y esclavistas, no se podría hacer lo mismo con las estatuas de Tezozómoc, Cuitláhuac o Cuauhtémoc, quienes fueron también emperadores y dueños de esclavos? Así sería si no nos dejáramos cegar por el relativismo moral: el asesinato, esclavitud y conquista son reprobables en todos los casos y culturas o no lo son en ninguna. Los conquistadores españoles de hace quinientos años cometieron actos brutales y arbitrarios, pero en general, el mundo de entonces era un lugar violento. En un momento de nuestra historia donde la violencia y el crimen han arrebatado las vidas de muchos mexicanos, echar culpas sobre un país extranjero por actos lejanos en el tiempo constituye más un acto de distracción que un "ejercicio de memoria histórica".