viernes, 6 de agosto de 2021

13 de agosto de 1521: el último día del Imperio Mexica

 Los ejércitos indígenas, comandados por alrededor de mil españoles, habían tomado la mayor parte de la Ciudad de Tenochtitlan, cuando se dio la voz que una canoa había sido capturada, presuntamente con nobles mexicas, los cuales trataban de llegar a la ribera del Lago de Texcoco. Fueron identificados después como Cuauhtemoctzin (Cuauhtémoc), el tlatoani (emperador) de los mexicas, y su séquito. Al encontrarse frente a Hernán Cortés, Cuauhtemoctzin puso su mano sobre un cuchillo que aquél portaba, y solicitó que lo mataran. Cortés se negó y le perdonó la vida, quizás impulsado por la misericordia o bien calculando la importancia de tener al jefe del pueblo vencido como rehén. ¿Cómo se logró la captura de Tenochtitlan?


Derrota de los españoles, campaña y asedio de Tenochtitlan

Como es sabido popularmente, los españoles tuvieron invaluables pérdidas en su intento de escape de Tenochtitlan, cuando tras la muerte de Moctezuma, los mexicas los sitiaron en el palacio de éste último, donde habían establecido su cuartel. Muchos hombres (tanto españoles como sobre todo aliados indígenas), caballos, impedimenta y tesoros fueron a dar al fondo del lago, tras el ataque que por agua y por tierra les hicieron los indígenas. Según la popular leyenda, Cortés se detuvo en Popotla a llorar bajo un árbol, pero no existe certeza de que eso haya sucedido en realidad. Dado que se encontraban en la orilla poniente del lago de Texcoco, los españoles supervivientes tuvieron que dar un largo rodeo hacia el nororiente y luego al suroriente, siendo hostilizados continuamente por los aliados de los mexicas, hasta que lograron entrar a territorio de los tlaxcaltecas, rivales acérrimos de los mexicas y aliados de los españoles.

Temiendo que, por la derrota, los tlaxcaltecas rompieran su alianza con ellos, Hernán Cortés acudió a los jefes de aquel pueblo. Para su sorpresa y alivio, los líderes tlaxcaltecas refrendaron su compromiso y juraron que lucharían hasta el último hombre. En Tlaxcala, pudo constatar Cortés los efectos de la viruela, introducida a Mesoamérica por los españoles poco tiempo atrás, pues una cantidad considerable de tlaxcaltecas habían enfermado o muerto ya. Al igual que cuando ordenó hundir sus barcos en 1519 para evitar una retirada deshonrosa, Hernán Cortés insistió en atacar Tenochtitlan. Trazó un plan que consideraba las dificultades de asediar una ciudad lacustre.

En este croquis se aprecia la traza general de la ciudad de Tenochtitlan, así como las calzadas que la conectaban por tres puntos cardinales a las orillas del lago. Fuente: Mediateca INAH.

El ataque a Tenochtitlan sería por agua y por tierra. Las calzadas que comunicaban el islote de México Tenochtitlan con las orillas del lago serían bloqueadas por sendos batallones de españoles e indígenas. Como gran parte del comercio de la ciudad se hacía por vía acuática, a través del lago y por canales que llegaban hasta el centro de la isla, Cortés mandó que se construyeran embarcaciones pequeñas, impulsadas por velas y equipadas con cañones, los cuales se conocieron como "bergantines". Hernán Cortés aplicó las técnicas renacentistas de asedio a un caso particularmente difícil: no sólo Tenochtitlan tenía una ventajosa ubicación que dificultaba su toma sino que contaba con una gran población y muchos aliados, pese a la labor diplomática de los españoles.

Para llegar a dicha etapa, sin embargo, Cortés debía asegurarse que la mayoría de aliados de los mexicas fuera derrotada o convencida de cambiar de bando, de lo contrario, los españoles y sus aliados indígenas se verían rodeados de enemigos, una especie de contra-asedio. Por ello, una vez que sus hombres se recuperaron y sus "indios amigos" proporcionaron refuerzos y bastimentos, se dedicó a recorrer los alrededores del lago de Texcoco, luchando con los pueblos leales a Tenochtitlan o logrando que se declararan sus aliados y vasallos del rey Carlos I de Castilla. Al paso de los meses, la mayoría de señoríos habían sido subyugados o se habían incorporado a las fuerzas pro-españolas, incluyendo a Texcoco, miembro de la Triple Alianza liderada por los tenochcas.

En la desembocadura de cada calzada, se colocó uno o más comandantes del ejército español-indígena. Se destruyó el acueducto que, desde el cerro de Chapultepec, abastecía de agua fresca a los mexicas, y los bergantines atacaban a cualquier canoa que buscara romper el sitio. Los avances de los españoles eran lentos, pues los mexicas destruyeron las partes de madera de las calzadas que podían ser elevadas en caso de ataque o para facilitar el paso de canoas. En varias ocasiones, los españoles debieron retomar y reconstruir esas partes (llamadas en las crónicas "puentes") una y otra vez. La belicosidad de tlaxcaltecas y mexicas se deja ver en un pasaje narrado tanto por Cortés como por su soldado Bernal Díaz del Castillo, en el que los tlaxcaltecas y los mexicas se insultan mutuamente: los tlaxcaltecas decían que se morirían de hambre, mientras los mexicas les respondían que tenían suficiente de comer y que terminando la batalla los habrían de devorar a todos, para dejarlo claro les arrojaron tortillas desde sus trincheras.

Tranvía PCC frente al acueducto de Chapultepec. Dicha infraestructura hidráulica llevaba el agua del manantial en el Cerro del Chapulín hasta la fuente del Salto del Agua en la Ciudad de México. Fuente: Mediateca INAH.

Con el paso de las semanas, la falta de alimento y agua, las bajas de sus soldados capturados y las enfermedades contagiosas que suelen ser comunes en los asedios, debilitaron a los sitiados, que sin embargo, continuaron resistiendo. Según las Cartas de Relación, enviadas por Cortés al rey Carlos I, se intimó a los emisarios mexicas a que se rindieran y remediaran los sufrimientos de su población. Sin embargo, los mexicas sólo dieron largas a las solicitudes de Cortés y continuaron la pelea. Los españoles y sus aliados lograron entrar a la ciudad, e incluso al recinto sagrado de los tenochcas, el Templo Mayor o Hueteocalli, que fue defendido por los mexicas hasta la muerte. Una batalla muy cruenta, que se libró calle a calle, ocurrió en la ciudad gemela de México Tlatelolco, que ocupaba una parte del islote al norponiente de Tenochtitlan. En dos ocasiones, los mexicas tomaron a Hernán Cortés, y de no haber sido rescatado por sus hombres, es seguro que habría sido ejecutado ritualmente, lo que habría desmoralizado considerablemente a sus tropas. Esto no ocurrió, sin embargo, y los españoles y sus aliados continuaron luchando.

Al final, tras ser capturado Cuauhtemoctzin, terminó el asedio, pero no el drama del pueblo mexica. En el frenesí de la victoria, los aliados indígenas mataron indiscriminadamente a todos los mexicas que encontraban, aún si estuviesen enfermos, famélicos o indefensos. Según Cortés, el hedor de muerte y suciedad de la ciudad era intolerable, por lo que se retiró con su ejército a la vecina población de Coyoacán, donde estableció su cuartel general.

¿Por qué fueron vencidos los mexicas?

Acorde con el famoso estratega y teórico del arte bélico, Carl von Clausewitz, "la guerra es la prolongación de la política por otros medios", y Hernán Cortés realizó mucha política en su campaña contra los mexicas. Desde su desembarco en la costa del Golfo de México, Cortés supo que los mexicas eran temidos, pero también odiados, por lo que intrigó para conseguir la adhesión de los indígenas de la costa totonaca al rey de Castilla. Al mismo tiempo, sin embargo, también pretendió ganarse al gran emperador de los mexicas, Motecuhzoma (Moctezuma), al cual manipularon hasta que murió de manera oscura, españoles y mexicas se culparon mutuamente de la muerte del monarca mexica.

Tras su derrota en la calzada a Tlacopan ("la noche triste") Cortés podría haber creído que muchos pueblos volvieran a la obediencia a los mexicas, y ése fue el caso, por lo que previo al asedio de México Tenochtitlan emprendió una campaña por los alrededores, y por la fuerza o por miedo, gran parte de los señoríos vecinos se unieron al ejército de Cortés. La idea simplista de una guerra entre españoles e indígenas mesoamericanos es falsa: hacia el final del asedio a Tenochtitlan la vasta mayoría de los combatientes "españoles" eran otros pueblos nativos enemigos de los mexicas o rebelados en su contra. Ciertamente los europeos asumieron la dirección estratégica de la campaña, pero la masa de combatientes y personal auxiliar eran nativos de Mesoamérica.

Sobre la ventaja tecnológica de los españoles se debe decir que fue importante, pero con ciertos matices. Las armas de fuego sorprendieron con su estruendo y poder mortífero a los nativos, pero no eran tan extendidas en el ejército y su recarga y uso podían ser lentos y complejos para estándares modernos. La artillería podía ser desmoralizante para los nativos al eliminar a gran cantidad de combatientes, pero con el tiempo aprendieron a reducir su efectividad al correr en zig-zag. Los bergantines derrotaron a las mucho más numerosas canoas por su construcción más maciza y por poseer pequeños cañones, por lo que representan una adaptación interesante de la tecnología conocida por los españoles a un medio lacustre poco usual en sus conocimientos.

En el plano moral y estratégico, los españoles y sus aliados tuvieron una ventaja decisiva. Mientras los nativos solían desbandarse cuando su comandante caía en combate, los españoles salvaron en más de una ocasión a Cortés de ser capturado. Los españoles enseñaron a sus aliados las tácticas europeas de movilización, que hicieron buen uso de la tenacidad de los nativos, los cuales eran impelidos a luchar por su odio a sus antiguos tiranos mexicas. Éstos, por su parte, acostumbrados a reinar sobre sus adversarios, afrontaron el sitio con soberbia y tenacidad, lo que los llevó a resistir hasta el final.