Cualquier mexicano hoy día conoce que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, presidente de México electo en 2018, adoptó el título de Cuarta Transformación, abreviado 4T. Sin importar si son partidarios, opositores o indiferentes hacia la administración de AMLO, es muy posible que relaciones dicho nombre con la administración federal actual y sus allegados. Pero posiblemente no tengan muy en claro cuáles habrán sido las tres "transformaciones" anteriores si no están familiarizados con la visión histórica del actual gobierno. Este artículo abordará los eventos históricos conceptualizados como "transformaciones de la historia de México", discutirá los posibles orígenes de esa interpretación y finalmente, dará una opinión sobre esa teoría.
Las tres transformaciones
La primera transformación a que hace referencia el modelo AMLOísta es, evidentemente la Independencia de México, comenzada en 1810 y consumada, en su aspecto político, en 1821. Conocida la adversión de López Obrador por la monarquía hispánica, manifiesta en sus recurrentes reclamos por eventos que se remontan a cinco siglos atrás, sería obvio partir allí. Según las interpretaciones de la historia de bronce que se enseñó por décadas en nuestro país, la historia de México inicia con el Grito de Dolores y la rebelión de Miguel Hidalgo por el Bajío y Occidente del país, antes de eso los españoles "nos oprimían" y negaban no sólo el desarrollo económico (pues "nos saqueaban") sino hasta la identidad nacional.
La Independencia, por supuesto, no resolvió todos los problemas del país, e incluso creó otros nuevos. Según las interpretaciones de izquierda, el México del temprano siglo XIX era un país semifeudal, donde la Iglesia controlaba gran parte de la riqueza, que mantenía ociosa e improductiva, mientras el Ejército dominaba la política interna pese a su crónica incapacidad bélica. Sería necesario, según este modelo de la historia, una nueva transformación, la segunda, que fue la Reforma Liberal. A riesgo de simplificar un proceso largo y complicado de nuestra historia, lo que se proponían los liberales mexicanos era sustituir las relaciones de propiedad heredadas del período virreinal por otras acorde con la ideología económica del liberalismo clásico, para lograr el desarrollo capitalista de México de forma similar a como lo estaban logrando países como Gran Bretaña, Bélgica, Francia y los Estados Unidos.
Es bien conocida la admiración que López Obrador ha sentido siempre por Benito Juárez, la cual se manifiesta en la cantidad de imágenes alusivas a dicho personaje y su uso en los programas asistenciales de su gobierno. La Reforma liberal no fue un proceso simple, sino que estuvo acompañado necesariamente de guerras civiles entre sus proponentes, los liberales y los opositores, los conservadores, que AMLO resucita constantemente en sus discursos como responsables del atraso y violencia en el país, así como oponentes al "proyecto de transformación" que (según él) realiza su gobierno.
A la muerte de Benito Juárez sobrevino la presidencia de Sebastián Lerdo de Tejada, contra quien se levantó en armas el general Porfirio Díaz. El período de más de treinta años que sobrevino es conocido en la historiografía mexicana como Porfiriato, epíteto creado por Daniel Cosío Villegas. Dicha época polariza las opiniones pues, para unos, se realizó el mayor desarrollo económico y de infraestructura que haya visto el país hasta entonces, mientras que para otros fue una dictadura explotadora y opresiva. Como es de suponerse, el presidente actual coincide con la segunda opinión, e incluso existe un libro de su autoría donde equipara al general Díaz con el expresidente Salinas de Gortari (1988-1994), lo cual conociendo las filias y fobias de López Obrador es todo menos un elogio.
Para resolver la desigual repartición de la riqueza y la tierra, así como para remover el viejo orden político, se levantó la Revolución Mexicana, que en este modelo sería la Tercera Transformación de la historia de México. La Revolución Mexicana, un fenómeno igualmente denso y diverso que difícilmente se puede resumir de manera sencilla, es vista por López Obrador como quiebre con la desigualdad del Porfiriato y su falta de claridad democrática. Además, fenómenos como la organización de sindicatos en las principales industrias y ramos productivos, así como el reparto agrario, serían según muchos ideólogos de izquierda, el principal legado revolucionario.
Ahora, tras este sumario de las transformaciones históricas de México, López Obrador añade discursivamente al gobierno que él preside. No es nuestro intento hacer un juicio histórico de la exactitud del título, sino sólo discutir la autoaplicación de ese concepto a priori desde el inicio de su gestión. No existe hasta nuestros días un consenso sobre las causas ni las repercusiones de las "tres transformaciones" anteriores de la historia de México, pese al gran número de documentos primarios que persisten y las interpretaciones de numerosos historiadores, y no creemos que exista uno tampoco para la "4T".
El posible origen del modelo histórico de las transformaciones
En su artículo "Posibilidades y limitaciones del mexicano", el escritor y activista de izquierda José Revueltas reflexionaba sobre la condición de ser mexicano, un tema muy socorrido a mediados del siglo XX. En una parte de dicho texto, Revueltas discutía los distintos períodos de la historia de México, desde la Conquista hasta la Posrevolución, incorporando términos y conceptualizaciones marxistas al análisis de las estructuras de producción y su relación con la identidad nacional.
Según Revueltas, el México virreinal era un país de estructura feudal, dividida en castas y etnias sin una identidad coherente. La revolución de Independencia tuvo entonces dos caracteres: "como revolución agraria y como revolución nacional". Sin embargo, no se pudo reemplazar las viejas estructuras de propiedad de la tierra, por lo que sobrevino la Reforma liberal, que en sus palabras significó "la derrota histórica de los terratenientes feudales (incluso la Iglesia)", aunque tuvo el defecto de no integrar de manera "cabal y plena la identidad mexicana". Incluso, tras las innovaciones introducidas por los liberales sobrevino el período porfirista y la entrada de México al capitalismo internacional.
La Revolución Mexicana, por fin "transforma a fondo las relaciones feudales de propiedad de la tierra y con esto crea las condiciones económicas para la integración de la nacionalidad mexicana", según Revueltas. Esto no es, de ninguna manera el final de la historia, sino que persisten, como es de esperarse en un análisis marxista clásico, contradicciones inherentes al proceso de transformación de las relaciones de producción, las cuales dejan su huella en la identidad nacional del mexicano.
Implicaciones de la interpretación histórica de las transformaciones
Ya sea que López Obrador se inspiró directamente en las ideas de Revueltas o que hayan abrevado de similares fuentes, la similitud es innegable. No se puede saber si Revueltas coincidiría con el término de Cuarta Transformación al proyecto político de AMLO, aun a pesar de que ambos personajes encuentran simpatía entre el amplio espectro conocido como "la izquierda mexicana". Ambos personajes conocieron las conceptualizaciones y teorías derivadas del materialismo dialéctico, sin importar si Revueltas aprobaría a AMLO de estar vivo hoy día.
El primer problema con esta interpretación histórica es la percepción del avance histórico por "estadios" o etapas. Según la teoría de las transformaciones, entre los períodos de cambio dramático subsisten épocas de regresión o permanencia de relaciones sociales. Es como si las "transformaciones" fueran períodos luminosos en un trasfondo negro de desigualdad e injusticia. Además, es problemática la concepción de que las revoluciones y los cambios violentos son el motor de la historia, porque es una visión simplista que deja fuera períodos menos llamativos (como sería el período virreinal, ignorado en gran medida en la visión de la 4T) pero en los que, definitivamente, se sucedieron cambios y permanencias, quizás de forma menos evidente que en las "transformaciones", pero igualmente contribuyentes al resultado final.
El segundo problema, y esto no debería sorprender a nadie, hace una gran división entre buenos y malos. Los renovadores como Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas son siempre seres conocedores de las renovaciones que requiere la sociedad, mientras sus enemigos son los reaccionarios y acaparadores dueños de vidas y riquezas. Incluso, transfiere culpas pretéritas a actores presentes, un ejemplo es su constante reclamo a la monarquía española actual por los actos de los conquistadores españoles del siglo XVI, o su altiva reacción a la negativa del estado austríaco de devolver el famoso penacho de Moctezuma. También, la derecha de hoy en día son herederos directos de los conservadores del período independiente temprano y de los realistas de la Guerra de Independencia, pese a que no existe una línea ideológica directa entre unos y otros.
Por último, se hace un panteón de unos pocos individuos que guiaron los cambios históricos y unas masas inexistentes que siguen las instrucciones de los caudillos. La historia de la 4T está llena de advocaciones a los "hombres y mujeres que nos dieron patria" sin parar mientes en que muchas otras figuras secundarias y aún los individuos desconocidos fueron actores históricos, y el desarrollo de los hechos resulta de la suma de muchas interacciones, no sólo de la voluntad de un puñado de héroes. Es más problemático aún que dicha visión de la historia se impulse desde las aulas, presentándose a los estudiantes como la única versión correcta del pasado de nuestro país.