domingo, 18 de septiembre de 2016

La maldita Historia Oficial, los villanos que nos dieron patria, y los desmitificadores de la Historia Mexicana




Pregunta a cualquier persona que conozcas o no, de la edad, clase social y género o subgénero que desees, si la Historia les resulta interesante y seguro más de la mitad te dirá que sí les parece. A los demás diles que existe historia casi de todo, ya que la historia se ocupa de infinidad de temas además de los eventos políticos: diles que existe historia de la moda, historia de la música, historia de la ciencia, de las religiones. Más de uno te dirá que gustan de ver un filme, de leer una novela, de observar un documental, de corte histórico, y te sorprenderá saber que cualquier transeúnte sabe bastante más de Historia de lo que puedes suponer.

Entonces, ¿por qué a los estudiantes no les agrada la historia? En gran parte tiene que ver con el enfoque en los eventos políticos y los conflictos bélicos (pues la guerra ha sido definida como la prolongación de la política por otros medios) que fue constante en la historiografía durante gran parte del siglo XIX. Cuando un historiador quería investigar los hechos pasados, recurría a los documentos oficiales, y ya se sabe que estos se ocupan ante todo de guerras, tomas de poder, cuartelazos, golpes de estado y todo cuanto hacen los hombres del gran poder; la gente normal, los ciudadanos de a pie sólo aparecen en esa Gran Historia como masa peligrosa, a veces inerte y de pronto inflamable e incontenible. Pero también, y relacionado íntimamente con esta visión limitada del devenir histórico, es culpable la visión de la Historia que durante décadas impartió el sistema educativo mexicano. Es decir, la odiada Historia Oficial.

¿Qué entendemos por Historia Oficial? Una sucesión de hechos heroicos o viles, de personajes determinantes, voluntades encarnadas en individuos que determinaron el curso de la historia, personajes que podían ser divididos en héroes, los que lucharon por la patria, y villanos, aquellos que conspiraron contra México, incluso antes de que existiera algo remotamente parecido a México. Es una narración, lineal y teleológica, que describe cómo el Pueblo Mexicano se desarrolló desde los albores del tiempo hasta nuestros días, a través de las intervenciones extranjeras y las guerras civiles hacia un hipotético estado democrático donde el pueblo es/será el soberano.

Consideremos, para ejemplificar la parcialidad de la Historia Oficial, el tratamiento que hace de dos figuras claves del tardío siglo XIX. Dos presidentes de la república, ambos oaxaqueños y liberales, ambos figuras decisivas en la guerra de Intervención, ambos mandatarios que tendieron al final de su mandato al poder absoluto, los cuales persistieron en el ejercicio de sus funciones por largo tiempo (uno, de 1858 a su muerte en 1872, el otro desde su ascenso al poder mediante un alzamiento en 1877, hasta su renuncia en 1911) torciendo o al menos estirando la Ley Suprema de la Nación. Y sin embargo, según la tradición oficial, uno es Benemérito y Restaurador de la República, el otro es un héroe militar devenido villano por su aferramiento al poder y la restricción del juego político que obligó a todo posible opositor a tomar la vía de las armas.

¿Por qué en la Historia Oficial es Díaz un tirano y Juárez el Segundo Padre de la Patria? No olvidemos que en el origen el Partido Oficial se consideraba revolucionario, dicho partido era la etapa final de la lucha ya sin armas, era la institucionalización de la lucha popular que derribó el régimen oligárquico de Porfirio Díaz Mori, por lo que no podía ser éste un Héroe de la Patria. Pero entonces, ¿por qué Juárez sí lo es? La ideología liberal de Juárez, pro capitalista, anti corporativa, es lo contrario de la ideología revolucionaria temprana, que basa su estructura partidista en los actores colectivos como centrales obreras, ejidos colectivos, y que, al menos durante el cardenismo, parece ir en contra de la privatización de las tierras de los pueblos, en contravención a la Reforma de 1857, la cual no obstante tiene un alto sitio en la Historia Oficial. ¿Por qué Juárez está en el panteón de la Historia Oficial, y Díaz no?

Admitiendo entonces, que la Historia Oficial tiende a ser maniquea, polarizadora, mitificadora (pues crea incluso héroes que, siendo estrictos, posiblemente no existieron con el nombre y rostro que conocemos) y nacionalista, debemos reconocer que, con fallas y manipulación de los hechos, da un lugar, aunque subordinado, a los actores populares, siempre impulsando los cambios guiados por los héroes y los gobiernos revolucionarios. Tomando en cuenta sus fallos y partidismos, podemos hacer una crítica de la Historia Oficial que aquilate sus aciertos sin olvidar sus errores. Una verdadera historiografía científica podría entonces desmitificar a la Historia Nacional. Sin embargo, las nuevas tendencias en la divulgación de la historia, que dicen buscar este fin, fracasan en sus objetivos sin siquiera intentar un ejercicio histórico serio.

Contra la Historia Oficial y sus yerros, se alzan, durante el interregno panista (2000-2012), dos interpretaciones disidentes. La primera, que ya existía, es la visión conservadora de la historia nacional, la cual ha existido desde siempre, sobre todo en la educación privada. En ella, Hidalgo no es el padre de la Patria, pues es un asesino y vándalo, Agustín de Iturbide es el único libertador efectivo. Juárez no es más que un instrumento de los yanquis que frustró la posibilidad de un poderoso Imperio Mexicano, apoyado por las potencias europeas y gobernado por un Habsburgo de muy buenas intenciones. Según ellos, Porfirio Díaz trajo la modernidad a México por su sola férrea voluntad, pero la rebelión de la chusma destruyó su obra civilizadora y puso en el poder al nefasto Partido de la Revolución. Como podemos ver, aquí los villanos devienen héroes y viceversa, es como si la Historia Oficial fuese la fotografía y la Historia Conservadora el negativo de ésta.

Podemos entender entonces cómo el público general, y muchos estudiantes, que pueden estar o no inconformes con el gobierno, ven a la Historia Oficial como una legitimación de un sistema político ineficiente y corrupto. Si durante toda su infancia escucharon maravillas de Hidalgo, Juárez, Madero o Cárdenas, es natural que una alternativa a la narrativa tradicional, sobre todo si es diametralmente opuesta a ella, sea muy atractiva. Más aún si se oferta con títulos tentadores como “todos los mitos de la Historia de México” o “lo que no quieren que sepas de la Historia”, o aún más: “La Verdad sobre la Historia de México”.

Si bien podemos reconocer que una revalorización de los personajes históricos, incluso de aquellos execrados por la Historia Oficial, es un ejercicio histórico muy sano, vemos que la Historia Conservadora se extralimita y comete los mismos pecados que la Historia Oficial, pero a la inversa. La Historia Conservadora, aunque parece suscitar el debate y la reinterpretación del pasado, no es útil para el verdadero entendimiento del devenir histórico del pueblo mexicano, por su parcialidad y su escaso rigor en el método. Los divulgadores desmitificadores de la ola conservadora (como el periodista Catón o los ínfimos sitios de historia en redes sociales, como Mitófago) son todo anécdotas y ninguna prueba, todo polémica y ningún debate, mucha historieta pero nada de Historia.

La segunda corriente desmitificadora de la Historia Nacional, de la que me ocuparé en una posterior entrada, es la de los novelistas y los comentaristas de la televisión que dicen haber hallado el hilo negro, y que gracias a su popularidad en los medios de comunicación publican grandes cantidades de libros que conviven en igualdad en los estantes de la librería junto a los Hobsbawm, los Meyer, los Womack; dichas publicaciones son un éxito en las ferias del libro, al aprovechar el interés de los lectores, aquellos de los que hablaba al comienzo de este texto, por la Historia Nacional.

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