Uno de los debates más acérrimos en la historia de México durante el siglo XIX se centró en la cuestión de quién podía reivindicar el mérito de lograr la independencia de México. Las opiniones en disputa se podrían clasificar en dos grandes bandos: el conservador y el liberal, y el resultado de las guerras civiles que asolaron México desde su independencia hasta la década de 1860 fue también el predominio de una visión de los eventos fundacionales del estado mexicano.
La visión liberal nacionalista de la historia de México fue sostenida por distintos regímenes de gobierno, desde la administración de Porfirio Díaz hasta los gobiernos emanados de la Revolución Mexicana de 1910, el Partido Nacional Revolucionario y sus manifestaciones posteriores, aunque declinó a finales del siglo XX, de manera paralela al declive del nacionalismo estatista (es decir, que privilegia la actuación del Estado sobre la sociedad y la economía). Durante las administraciones de Vicente Fox (2000-2006), Felipe Calderón (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018), esta versión histórica decayó en relevancia, como muestra estuvieron las fiestas del Centenario de la Revolución y Bicentenario de la Independencia, que fueron consideradas "desangeladas", pese a que solían ser dos de los eventos históricos más destacados en la visión nacionalista de la historia.
Sin embargo, con la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador (2018-) se revivió este relato histórico, que justificaba sus actos y discursos al autoconsiderarse la "Cuarta Transformación" en la historia de México. La versión del pasado de AMLO consideraba que en el pasado de México habían ocurrido tres eventos revolucionarios ("transformaciones" de la sociedad): la Independencia (1810), la Reforma Liberal (1857) y la Revolución Mexicana (1910), de lo cual se seguía que el gobierno de López Obrador sería la cuarta transición, es decir, se equiparaba con los procesos históricos que eran su inspiración.
Imagen institucional del gobierno actual de los Estados Unidos Mexicanos, presidido por Andrés Manuel López Obrador. Fuente: El Siglo de Torreón
La visión histórica de la 4T es una versión ya desusada de la "Historia de los Grandes Hombres", también conocida como historia de bronce, por ser prolija en construir monumentos a individuos reales o míticos que más que seres humanos reales, con errores, ambiciones e ideales inalcanzables, son casi dioses buenos, desinteresados y con un objetivo claro en la mente: formar a la patria. Entre los héroes que aparecen prominentemente en la imaginería del gobierno actual destacan José María Morelos y Miguel Hidalgo, líderes insurgentes en la Guerra de Independencia (1810-1821); Benito Juárez, presidente de México en el período 1858-1872 y uno de los exponentes principales del liberalismo en México; Francisco I. Madero, líder inicial de la Revolución Mexicana y presidente por un breve período tras la renuncia de Porfirio Díaz, y Lázaro Cárdenas, presidente entre 1934 y 1940 que llevó a cabo políticas de corte nacionalista, estatista y redistributivas de la riqueza, como la expropiación de la industria petrolera (1938), la reforma agraria y la nacionalización de los ferrocarriles. Estos personajes son íconos de las llamadas "transformaciones" y son invocados (sobre todo Juárez) por el titular del Ejecutivo federal. Tal vez la actuación de AMLO hasta ahora no se asemeje mucho en los hechos a sus héroes, pero al menos en el discurso y en los proyectos, fungen como inspiración para su actuación.
Bueno, ¿y quién es el padre de la patria?
Mencioné las dos visiones de la historia mexicana: conservadora y liberal. Comenzaré por describir la conservadora, que siempre ha sido marginal en el discurso oficial en México. Según esta versión, fue Agustín de Iturbide, comandante de los ejércitos realistas, quien logró convencer a la gran mayoría de actores políticos y militares de su época de unirse a su proyecto de las "Tres Garantías". Tras una campaña relativamente incruenta, Iturbide consiguió el consenso de la gran mayoría de las clases gobernantes para separar al país de España. Pese a su fallido gobierno (el Primer Imperio, 1821-1822), no se puede negar que Iturbide instrumentó un cambio de lealtad fuera de la monarquía hispánica.
La versión liberal, sin embargo, sostiene que Iturbide fue en realidad el instrumento de los intereses sempiternos en la Nueva España: el clero, los terratenientes, los comerciantes y, sobre todo, los militares. La consumación de la Independencia habría sido una especie de "revolución desde arriba", un cambio político para evitar la metamorfosis de la sociedad mexicana hacia un régimen más justo y móvil. Los verdaderos autores de la patria mexicana eran los insurgentes, que se habían rebelado contra el gobierno virreinal desde 1810, y en las personas de Rayón y Morelos, habrían formulado el primer proyecto de un país libre y soberano, independiente de España. El origen de todo, sin embargo, habría sido obra del cura Miguel Hidalgo, quien había liderado una rebelión campesina en el Bajío. Los insurgentes lograron quitar del poder a Agustín de Iturbide, y presionaron para que la celebración de la independencia no se realizara el día 27 de septiembre, día de la entrada del Ejército Trigarante de Iturbide a la Ciudad de México, sino el 16 del mismo mes, cuando el padre Hidalgo llamó a tomar las armas a una muchedumbre en Dolores, Guanajuato. Ésta es la visión que Andrés Manuel López Obrador y sus partidarios reivindican y que utilizan como justificación para sus políticas estatistas.
Preocupa al presidente López Obrador que un jarrón del Emperador Maximiliano de Habsburgo esté frente al retrato de Benito Juárez. Fuente: Infobae.
Y bueno, ¿a quién le importa lo que pasó hace 200 años?
Podría parecer que hablar de historia es menos importante que otros temas gravísimos que aquejan al país, como la delincuencia, la crisis económica, la degradación social y el deterioro al medio ambiente, y que ponerse a pelear por Hidalgo e Iturbide, Juárez o don Porfirio no es tan diferente que discutir que si el América, el Cruz Azul, Messi o Ronaldo, pero la reescritura de la historia refleja y apoya las políticas de un Estado, ya que "quien controla el presente, escribe el pasado y señala al futuro". La visión de la historia de la 4T se inscribe en una ideología estatista, izquierdista, divisionista, que sostiene que "la lectura debe ser acto de emancipación y no placer capitalista". Incluso se llega a alterar el registro histórico,
borrando el título de "Imperio Mexicano" con que se firmó la independencia, para reemplazarlo por una hipotética "República Mexicana".
Después de todo, quien miente sobre el pasado, miente sobre el presente y quizás también sobre el porvenir. Y es trascendente cuando es, en teoría, la historia heroica de este país la que inspira al gobierno actual.
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